La libertad guiando al pueblo (Eugène Delacroix, 1830. Museo del Louvre, París)

lunes, 14 de marzo de 2011

A favor de las centrales nucleares

Podría esperar tranquilamente unos días hasta que “escampe” y se normalice la situación, pero las declaraciones y decisiones, en mi opinión irresponsables y oportunistas, de ciertos líderes políticos y de ciertas organizaciones autoproclamadas como ecologistas, y las informaciones contradictorias y confusas de ciertos medios de comunicación, me impulsan a no permanecer callado y a reiterar mi opinión favorable al uso pacífico de la energía nuclear, y más concretamente, a las centrales nucleares, como la fuente de energía más barata, segura, limpia y respetuosa con el medio ambiente, y la única que puede asegurar, ante la inminente escasez y alto precio del petróleo y ante la necesidad de luchar contra el eventual calentamiento climático, las necesidades energéticas que aseguren nuestro desarrollo y lo hagan extensivo al conjunto de la humanidad.

Los incidentes ocurridos estos días en algunas centrales nucleares japonesas a partir del desastroso terremoto y posterior tsunami han reavivado los debates sobre el uso pacífico de la energía nuclear y sobre la seguridad de nuestras centrales. Es normal que los ciudadanos se sientan inquietos ante las confusas noticias y ante la desinformación existente sobre el tema. Pero los antinucleares han aprovechado para llevar el agua a su molino destacando los peligros potenciales en tono apocalíptico. Ante todo ello, encuentro necesario recordar algunos hechos obvios.

En primer lugar, la energía nuclear ha sido un elemento consustancial al desarrollo del Japón, como al de muchos otros países, en las últimas décadas. Este desarrollo ha posibilitado que el país se encontrase preparado para hacer frente, con un número mínimo de víctimas, a la peor catástrofe de su historia y a una de las más grandes que recuerda la humanidad entera. Sin energía nuclear, este nivel de desarrollo hubiera sido imposible, y el número de víctimas habría sido incomparablemente superior, como por desgracia ocurrió hace poco en Indonesia, Haití, etc. Podemos decir con propiedad que la energía nuclear y el desarrollo consiguiente han salvado una cantidad ingente de vidas humanas.

En segundo lugar, es necesario destacar que, a pesar de la gravedad de los incidentes, las medidas de seguridad de las centrales han impedido que se haya producido ningún desastre que afecte a la salud de las personas o al medio ambiente. Las numerosas centrales nucleares de la zona resistieron perfectamente un terremoto de características excepcionales; los reactores se pararon automáticamente, y se pusieron en marcha los mecanismos de refrigeración previstos. Únicamente la posterior llegada de un tsunami de dimensiones desconocidas hasta entonces hizo que fallaran en unos pocos reactores los sistemas de refrigeración. Pero la eficiente actuación de los técnicos nucleares y de las autoridades, evacuando de manera preventiva a la población, ha impedido males mayores. En todo caso, y a pesar de la posible fusión parcial del núcleo de los reactores, aún no confirmada, la vasija y los edificios de contención han cumplido eficientemente con su misión de contener la radioactividad. Desde luego, las posibilidades de que ocurra una catástrofe aún no son nulas, de la misma forma que no es nula la posibilidad de que mañana o el mes que viene un gran meteorito choque con la Tierra, o de que estalle de repente una supernova tan próxima a la Tierra como para que acabe la vida en ella. Pero me parece completamente irresponsable alarmar por ello a la población, o hacer similitudes o recordar la catástrofe de Chernóbil, donde entre otras cosas, no había ni siquiera edificios de contención.

Hay que señalar que en nuestro país y en los de nuestro entorno, en las proximidades de las centrales nucleares no existe un riesgo de terremotos, y menos aún de tsunamis, de características similares a lo ocurrido en el Japón, y que nuestras centrales cuentan con medidas de seguridad similares y homologadas por la comunidad científica y técnica internacional. No obstante, de cada accidente se aprende; no nos quepa ninguna duda de que los técnicos analizarán minuciosamente lo ocurrido y sacarán las consecuencias necesarias para incrementar aún más las medidas de seguridad.

Debo recordar, finalmente, que la opción por las centrales nucleares no es una cuestión de izquierdas ni de derechas, pero sí que es un valor de izquierdas la racionalidad y la denuncia del oscurantismo y de la demagogia. Existen muchas personas de izquierdas que mantenemos una opinión favorable a la energía nuclear, y me atrevería a decir que esta opinión es mayoritaria entre los especialistas. Pero lamentablemente, las organizaciones de izquierda, mayoritariamente, se han dejado llevar desde hace muchos años por la opción populista fácil de oposición a las centrales nucleares, arrastrada desde hace más de treinta años, cuando oponerse a las centrales era casi un elemento más de la oposición a la dictadura, y cuando la seguridad de las centrales no tenía nada que ver con la que ahora existe. Es hora ya de revisar esta postura arcaica, en mi opinión absurda, si es que no queremos vernos arrastrados por el “tsunami” de la derecha.

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