La libertad guiando al pueblo (Eugène Delacroix, 1830. Museo del Louvre, París)

sábado, 5 de marzo de 2011

Inauguración del blog “Los valores de la izquierda”

         Estimados amigos: preocupado por la situación de división, desconcierto ideológico y desmovilización de la izquierda, he decidido abrir este blog con el objetivo de promover y defender los valores propios de la izquierda e impulsar el debate sobre las ideas, a fin de contribuir al fortalecimiento ideológico de la izquierda y promover la unidad de las fuerzas que defienden sus valores.

         Entre estos valores tradicionales de la izquierda, sin ánimo de exhaustividad, podemos señalar: libertad, solidaridad, progreso humano, paz, justicia, igualdad de derechos y de oportunidades, derechos cívicos, racionalismo, laicismo, republicanismo, defensa de los intereses comunes y respeto a las minorías, defensa de los más débiles y protección de los más necesitados, y lucha contra la injusticia, la opresión y los privilegios. Estos son los valores que han inspirado las grandes transformaciones sociales que han configurado el mundo moderno y que han posibilitado el progreso de la humanidad en los últimos siglos. Mi propósito al crear el blog es, como he dicho, impulsar el debate entorno a ellos y sobre la manera más efectiva de llevar a su consecución los objetivos ligados a los mismos.

         Como creador de este blog, he constatado que en el seno de la izquierda (organizada o no) persisten, en mi opinión, numerosos tópicos, prejuicios, clichés y tabúes que debilitan la fuerza de la izquierda y dificultan la consecución de sus objetivos. Ente estos tópicos se encuentran la defensa explícita o implícita de teorías económicas y sociales del siglo XIX (marxismo) que han sido superadas por el avance de la ciencia; la crítica o recelo respecto al sistema económico y social existente sin propuesta de una alternativa viable, o proponiendo alternativas (el socialismo de corte marxista) desacreditadas por la teoría económica y la experiencia histórica; la complacencia o tolerancia respecto a regímenes dictatoriales pasados o actuales; la indiferencia o menosprecio hacia los avances de la ciencia económica, descalificándolos indiscriminadamente como opciones ideológicas de la derecha o “del capital”; el desmesurado intervencionismo estatal en la economía y el desprecio hacia la iniciativa privada y empresarial; el antiamericanismo primario; la asunción acrítica de la propia historia; la asunción acrítica de ciertos dogmas de grupos ecologistas o feministas radicales (aunque considero necesario, sin embargo, reconocer la justeza de los fines y de numerosas reivindicaciones aún pendientes de estos y otros movimientos sociales), etc.

         Considero que todos estos tópicos dificultan un análisis objetivo de la realidad por parte de algunos grupos o corrientes de la izquierda tradicional, impulsándolos a defender propuestas políticas y económicas que, aunque aparentemente se realizan en favor de las capas más desfavorecidas, tras un análisis más detallado resulta que acaban perjudicando a los que pretendían beneficiar (por ejemplo, porque promueven el paro o dificultan el desarrollo económico); al mismo tiempo, un análisis poco objetivo lleva a dicha izquierda a rechazar medidas que objetivamente favorecerían a los más débiles, descalificándolas como “neoliberales” o “de derechas”. Un ejemplo de esto ha sido la impotencia del gobierno socialista durante los primeros años de la crisis para afrontarla eficazmente; y cuando ha comenzado a adoptar medidas dolorosas pero necesarias, aunque insuficientes, el gobierno no ha sido capaz de explicarlas, y los voceros ideológicos de la propia izquierda se han lanzado como lobos al acecho acusándolo de “venderse a la derecha”, de “adoptar las políticas neoliberales”, de “actuar al dictado de los mercados que secuestran la democracia”, etc. Todos estos tópicos desarman ideológicamente a la izquierda, desmovilizan a sus votantes y favorecen objetivamente a la derecha ofreciéndole el poder sin lucha por causa de la desorientación y el abstencionismo de la propia izquierda.

         Pienso que la defensa de los valores de la izquierda y la lucha por la consecución de sus objetivos son plenamente compatibles con la asunción, también crítica, de los avances de la ciencia económica, aún reconociendo sus insuficiencias. Ciertamente, los economistas no fueron capaces de prever la crisis, y no todos están de acuerdo respecto a algunas medidas concretas para salir de ella. Pero entre los expertos en economía se han alcanzado una serie de consensos cuya ignorancia y desprecio no podemos permitirnos, puesto que con ello dejaríamos a la derecha más reaccionaria como monopolizadora de la ortodoxia y la racionalidad económica. Desde luego, no soy ningún experto en economía, ni pretendo sentar cátedra sobre ninguna cuestión. Simplemente espero y deseo que mis contribuciones, enriquecidas a través del debate colectivo, sirvan como meros elementos de reflexión y de crítica.

         Mi objetivo no es, obviamente, crear ningún nuevo partido político; no podemos contribuir aún más a la división de la izquierda. Por el contrario, sólo pretendo contribuir, en la medida de mis fuerzas, a la superación de los tópicos, y al fortalecimiento ideológico de la izquierda en su conjunto. Considero que es necesario superar la fragmentación y trabajar por la unidad, bien sea organizativa o electoral, de todos los que se consideran defensores de los valores indicados, ya que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.

         Puesto que que los valores de la izquierda no se plasman únicamente en la política, en este blog también iré publicando diversos posts sobre temas científicos, culturales, literarios, etc.

         Por ello, animo a todos los que comparten estos valores a que os hagáis seguidores este blog y contribuyáis activamente a la discusión aportando vuestros comentarios, y que divulguéis su existencia a todas las personas que consideréis interesadas. Desde luego, este hecho no implica la aceptación de los contenidos que se exponen en ella, ni tan siquiera supone estar de acuerdo con los objetivos ni con el planteamiento general. Tampoco implica ninguna obligación ni compromiso por parte de nadie. Tan sólo implica el deseo de contribuir al debate general y al intercambio de ideas que puede enriquecernos a todos.

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